Guerra espiritual: La armadura de Dios
- Ministra Arlene I. Salcedo
- Jun 29, 2020
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Updated: Dec 9, 2020
Efesios 6 : 10-18 (RVR 1960):
“10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza.
11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
12 Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
13 Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes.
14 Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia,
15 y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz.
16 Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17 Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18 orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;”
Esta carta de Pablo fue dirigida particularmente a los efesios, sin embargo, fue distribuida a otras ciudades del Imperio Romano. Es que el mensaje del Señor a través de su siervo era de pertenencia universal. Hoy día ese mensaje escrito desde prisión es aún de absoluta vigencia y relevancia para la vida de todo cristiano. Así, hoy trataremos de escudriñar los versículos que nos hablan de la armadura de Dios.
El capítulo precedente de la carta establece que pertenecemos a la luz, no a las tinieblas (véase Hijos de Luz) e imparte unas guías para el comportamiento. De esa manera cuando el capítulo seis da inicio diciendo “Por lo demás”, sabemos que lo que vamos a ver es complementario a lo que ya fue expuesto. Recordemos que los libros de la Biblia no fueron escritos originalmente con separaciones de capítulos y versículos, sino que éstos se añadieron posteriormente para facilitar el manejo y estudio de las Sagradas Escrituras.
De una manera que incluso resulta poética, Pablo nos insta a fortalecernos en Dios y en el poder de su fuerza vistiéndonos de la armadura de Dios para poder combatir al diablo. Dice Pablo que nuestra lucha no es contra sangre y carne, o sea no es una lucha contra otro ser humano. Pablo nos especifica que nuestra lucha es contra principados (poderes espirituales), contra potestades (ángeles caídos), contra los gobernadores de las tinieblas y contra huestes (ejércitos) espirituales de maldad.
Es por ello que nos exhorta a tomar toda la armadura de Dios. O sea, nos explica que para combatir en guerra espiritual tenemos varias defensas y que corresponde la utilización de todas ellas para combatir a Satanás y sus aliados. Así describe Pablo la armadura de Dios la cual debemos usar con firmeza.
Nuestro lomo debe estar ceñido con la verdad. ¿Y cuál es la verdad? La verdad es Jesucristo. “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (Juan 14:6) Entiéndase, que debemos estar adheridos a Jesucristo, prendidos a Él. Así como una correa ciñe el lomo y está al centro del cuerpo, del mismo modo Jesucristo tiene que ser el centro de nuestra vida, pues a Él debemos emular. Esa es la verdad. No hay verdad fuera de Él. No podemos olvidar que Satanás es el padre de la mentira, Jesucristo, todo lo contrario. En Cristo somos más que vencedores, su sangre preciosa derramada en la cruz derrotó al maligno y abrió las puertas del cielo para todo el que en Él crea.
Para esta guerra debemos vestir la coraza de justicia. Una coraza está diseñada para proteger el corazón y otros órganos vitales de cualquier ataque. Aunque la palabra justicia aparece cientos de veces en La Biblia, allí no aparee una definición directa del término. Sin embargo, por el contexto en el cual se usa la palabra podemos entender su significado; se refiere a tener una relación recta con Dios y con el prójimo. Las Escrituras describen lo que hace el justo o lo que es obrar en justicia y lo muestra en contraposición a lo que es la injusticia o lo que hace quien no es justo. Así, por ejemplo vemos: “No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo.” (Levítico19:15). O sea, se refiere a otorgar a cada cual lo que cada cual merece. También nos dice la Palabra que Dios ama la justicia: “Porque Jehová es justo, y ama la justicia; El hombre recto mirará su rostro.” (Salmos 11:7) En este versículo dice que el hombre recto mirará el rostro del Señor porque Dios es justo y ama la justicia, por lo tanto nos da a entender que el hombre justo es recto. También nos dice la Palabra que la justicia es buscada por los que tienen rectitud de corazón (Salmos 94:15) lo que reitera la característica de tener rectitud. De la misma manera la Biblia nos enseña que la justicia está acompañada de sabiduría (Salmos 37:30) y de paz (Salmo 72: 2-3). Se nos especifica que con la justicia habita la equidad y donde no hay justicia no hay equidad (Jeremías 22:13, Proverbios 2:8-10). Entonces, vestirnos con la coraza de justicia significa cubrir nuestro corazón con paz, rectitud y equidad concediendo a cada cual según sus méritos con sabiduría. Esto nos concede capacidad moral para combatir el mal.
Se nos instruye a calzarnos con la disposición y preparación de las buenas nuevas de la paz. ¿No les parece maravilloso? Hermosa manera de decir que con pies descalzos no podremos avanzar. Sin embargo, con la preparación que nos garantiza conocer los evangelios estaremos preparados y dispuestos para la guerra espiritual al recibir la paz que sólo Cristo nos dio la cual cancela todo temor: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27)
Para esta guerra que no es de carne ni sangre se nos provee un poderoso escudo: la fe. Nada podemos hacer si no creemos y confiamos en nuestro Dios trino. La autoridad que nos ha sido conferida solamente es posible ejecutarla por medio de la salvación por fe.
Observemos que Pablo nos dice que con nuestro escudo podemos apagar todos los dardos de fuego del enemigo. “Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (1 Juan 5:4)
Nuestra cabeza estará protegida por un yelmo o casco de salvación. ¡Es que para tener discernimiento espiritual tenemos que ser salvos! En estado de pecado nuestro pensamiento es distorsionado. Sin embargo, al ser salvos nuestra mente es libre para pensar como Jesús, con claridad y ver la voluntad del Padre.
Adicionalmente, tenemos una espada filosa a la cual Satanás teme: la Palabra de Dios. En ella está la fuerza del gran Yo Soy desplegada, clara y contundente, reinando victoriosa generación tras generación. En un solo lugar se conjugan la caída del tenedor de la luz, su expulsión a las tinieblas, las profecías con el plan divino y la ejecución de dicho plan con la derrota definitiva de Satanás por la sangre de Jesucristo. Ese lugar es la Palabra.
Ya ataviados de pies a cabeza con nuestra poderosa armadura oremos en el Espíritu sin cesar, con perseverancia. ¡Somos soldados de Dios: vamos a la batalla!

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